sábado, 18 de agosto de 2012

Rescatando estrellas de mar


 Somos seres de luz en el universo con un gran poder para transformar  al mundo con nuestras acciones, por más pequeñas que  éstas sean. Pero a veces  subestimamos nuestra capacidad porque creemos que las mismas no tienen trascendencia o que estamos limitados, ya que no tenemos la capacidad de alcanzar a todo el mundo.
Cada acción tiene su reacción y lo que hagamos por alguien o por alguna causa lleva nuestra energía que se va expandiendo como cuando tiramos una roca al mar y ésta crea ondas que van aumentando cubriendo cada vez distancias mayores.

Cuando vamos en una carretera oscura no es necesario ver todo el camino, solo los pocos metros que están  ante nosotros y  con esa visión, aparentemente limitada, llegaremos a nuestro destino de seguro.

 Una de las historias más hermosas y motivantes que he escuchado en mi vida trata del sabio que se da cuenta de que no puede quedarse viendo cómo transcurre  la vida ante sus ojos, sino  que tiene que actuar  para hacer una diferencia… en un área  a la vez.
 Si todos hacemos algo para ayudar al mundo, a nuestro entorno, a una persona,  una sola acción a la vez, se multiplicarán nuestras acciones como los panes y los peces y la diferencia será trascendental.  Todo es cuestión de empezar...

Les compartiré la historia que se titula: Rescatando estrellas de mar
Había una vez un sabio que solía ir a la playa a escribir. Tenía la costumbre de caminar por la playa antes de comenzar su trabajo. Un día, mientras caminaba junto al mar, observó una figura humana que se movía como un bailarín. Se sonrió al pensar en alguien bailando para saludar el día. Apresuró el paso, se acercó y vio que se trataba de un joven y que el joven no bailaba sino que se agachaba para recoger algo y suavemente lanzarlo al mar.

A medida que se acercaba saludó: - Buen día, ¿Qué está haciendo? - El joven hizo una pausa, se dio vuelta y respondió: - Arrojo estrellas de mar al océano. - - Supongo que debería preguntar ¿Por qué arrojas estrellas de mar al océano? -, dijo el sabio. El joven respondió: - Anoche la tormenta dejó miles de estrellas en la playa, hoy hay sol fuerte y la marea está bajando, si no las arrojo al mar, morirán.
- Pero joven, replicó el sabio, ¿no se da cuenta que hay cientos de kilómetros de playa y miles de estrellas de mar?, ¿Realmente piensa que su esfuerzo tiene sentido? - El joven lo escuchó respetuosamente, luego se agachó, recogió otra estrella de mar, la arrojó al agua y luego le dijo: - Para aquella, sí tuvo sentido.

 La respuesta sorprendió al hombre. Se sintió molesto, no supo qué contestar y regresó a su cabaña a escribir. Durante todo el día, mientras escribía, la imagen de aquel joven lo perseguía. Intentó ignorarlo pero no pudo. Finalmente, al caer la tarde, se dio cuenta de que a él, el científico, a él, el sabio, se le había escapado la naturaleza esencial de la acción de aquel joven.
 Él había elegido no ser un mero observador en el Universo y dejar que pasara ante sus ojos. Había decidido participar activamente y dejar su huella en él.

Se sintió avergonzado y esa noche se fue a dormir preocupado. A la mañana siguiente se levantó sabiendo que debía hacer algo. Se vistió, fue a la playa, encontró al joven y pasó el resto de la mañana arrojando estrellas de mar al océano…

"Nada puedo hacer para solucionar las penas del mundo, pero mucho puedo hacer para colaborar en el pedacito de mundo que me toca".